Según el “Principio de Pareto” (*)
aplicado a la morosidad en las organizaciones, sólo la cobranza del 20% de las cuentas rezagadas es capaz de
producir un impacto financiero verdaderamente significativo, con altos
beneficios económicos para las empresas.
Siendo ello así, fácilmente podríamos concluir que quitando la cizaña del trigo, como la
celebérrima parábola bíblica enseña, estaríamos en plena capacidad de
enfilar baterías hacia la recuperación de las deudas más altas y
con menor dificultad de cobrar.
Pero obviamente ello no es tan
sencillo como parece, puesto que los parámetros para determinar la viabilidad o
no en la recuperación de una acreencia, no siempre resultan ser lógicos o
previsibles.
Una deuda por grande o jugosa que parezca
no necesariamente se cobrará en los
tiempos esperados y, por otra parte, aquellas cuya entidad económica se
muestra insignificante, pero con un mayor volumen de instrumentos de crédito a
favor, no deberían desdeñarse pues su eventual recuperación podría arrojar
sorpresas en las ganancias de la empresa.
No obstante, la dificultad para
detectar las acreencias morosas que resulten factibles de recuperación, es un asunto que
sólo un equipo de profesionales en cobranzas debe manejar, ya que se trata de
una tarea que exige de mucha intuición, pericia y capacitación, no acordes con las tareas regularmente asumidas por los
departamentos de crédito y cobranzas.
En tal sentido, tener cuentas por
cobrar no necesariamente significa morosidad y ésta sólo debería evaluarse de
la mano de expertos capaces de “separar la cizaña del trigo”, con respecto a aquellas cuentas
demoradas que verdaderamente sean recuperables, todo ello con base a un arduo programa de evaluación, negociación y
eficaz confrontación.