La hiperinflación es una tormenta que nos asola a todos.
La rápida y constante pérdida del valor de la moneda nacional, aunado al incesante descontrol en el cambio de otras divisas en uso, agrava la morosidad y complica la efectividad en las cobranzas.
Es importante distinguir dos escenarios: el lógico aumento de los precios en moneda local bajo el asedio de la hiperinflación y consiguiente depreciación de las obligaciones previamente contraídas en dicha moneda; y por otro lado, la inflación observada en productos y servicios tasados en divisas de otro origen, en virtud del aumento en los valores de reposición y la escasez que experimenta el mercado.
Dependiedo del modo en que se expresen la acreencias (moneda local o divisas), la respuesta a la morosidad debe ser distinta.
En el primer escenario la depreciación está garantizada y para evitar más pérdidas que las proyectadas, las cobranzas deberían ser más diligentes, tanto en la tácticas de recuperación como en los tiempos en que la misma se lleve a cabo, amén de los sacrificios financieros que tal esquema implica.
Cuando se trata de obligaciones expresadas en divisas de otro origen, pese a que por su naturaleza ofrecen más estabilidad en la conservación de su valor, pueden igualmente depreciarse, en función del ya referido aumento de los precios de reposición y la escasez de ciertos rubros.
La hiperinflación puede ser un desafío para las empresas y los particulares. En todo caso, tomando en cuenta la complejidad del mercado, siempre es conveniente contar con servicios especializados en cobranzas y recuperación de carteras morosas, ya que los mismos potencian la gestión de los procesos de recuperación y aumentan las posibilidades de fortalecer el tan ansiado flujo de caja.
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